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Grandeza y pequeñez

5/24/2018

 
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La Biblia es un libro que nos habla de la grandeza de Dios con todos sus atributos y de la pequeñez del hombre con todas sus caidas. Leerla te provoca un sentimiento contradictorio. Viendo la majestad de Dios y su inmenso carácter me rindo ante sus más gloriosa persona y digo como Job, “mi mano pongo sobre mi boca”. No tengo palabras para poder expresar las maravillas de su obra, la hermosura de su gloria, y la eterna misericordia para con el hombre. Y no puedo más que exclamar con el salmista, “¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! ¡Cuán grandes son tus obras, oh Jehová! Muy profundos son tus pensamientos. 
Cuando dejo de mirarle a El y miro el fracaso del hombre se produce en mí el otro y doloroso sentimiento: ¡Miserable hombre de mí! Leer la Biblia y ver al hombre delante de Dios es como contemplar un hombre desarmado ante un numeroso e inmenso ejército, es como un grano de arena en una infinita playa, o como una gota de una lluvia que cae en el inmenso mar. El problema es que debido a la caída en Adán y el pecado que hemos heredado de él nos creemos que somos alguien y de vez en cuando exclamamos: “pero, ¿sabes quién soy yo? Tu no sabes con quien estás hablando”. El pecado nos ha engañado de tal forma que ha traído una visión distorsionada de nuestra persona. Somos como Nabucodonosor, que hizo una estatua de oro de 27 metros para manifestar a todos y a su propio corazón cuan grande era. Mientras tanto, Dios llama a Jacob “gusano”. Cuando la Gracia de Dios nos alcanza y llega a nuestro pobre corazón es el momento más feliz de nuestras vidas. Cuando nos damos cuenta de que El lo es todo y nosotros nada, tenemos mucho terreno ganado. La nueva creación que nos ha sido dada por medio de Jesucristo empieza a florecer, dando como resultado que la gloria de Dios crezca en nosotros y nuestra miseria mengüe. 
Aquel corazón fracasado y miserable empieza a dar frutos de justicia, toda nuestra pequeñez apunta a Su grandeza. El viene a ser todo. La gracia de Dios nos lleva no sólo a la salvación sino al lugar correcto de nuestra posición. Tenemos un grave problema en medio de esta generación y es que la medida real de nuestras vidas está totalmente distorsionada. No importa la posición que tengamos, siempre seremos pequeños aunque pretendamos ser grandes. Y como digo muchas veces, “no hay grandes hombres de Dios, sino pequeños hombres con un Gran Dios”. No nos dejemos engañar: sólo Dios es grande. “Grande es Jehová y digno de suprema alabanza: Y su grandeza es inescrutable”.

Moisés Campos


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